domingo, 1 de febrero de 2015

Atormentada

- Ah, eres tú. Hace tiempo que no te dejabas ver por aquí.
- Sí, vaya que ha pasado el tiempo. Pero no te preocupes, a pesar de que has intentado mantenerme lejos y negar que me conoces, aquí estoy.
- No es precisamente agradable tenerte aquí, ¿sabes? No veo por qué estás tan feliz.
- Por que es mi oportunidad de convencerte de que formo parte de ti.
- No formas parte de mí. Mi vida y mi mente están mucho mejor desde que te expulsé.
- Entonces dime, ¿qué hago aquí? Sabes que no vengo si no me llamas. Me llamaste y por ende, aquí me tienes. Atormentando dulcemente cada una de las células de tu cuerpo, cada centímetro de tu piel.
- Yo no te llamé.
- Sí lo hiciste. No hay otra razón por la que estaría aquí.
- Bueno, no importa. Lo importante es que quiero que te vayas.
- Ay, corazón. Eso no es tan sencillo como crees. No pienso irme pronto esta vez.
- Pero no te necesito.
- Claro que sí. Formo parte de ti.
- Olvídame. Lárgate.
- Eso no suena muy convincente.  No quieres que me vaya, acéptalo. Te es sencillo revolcarte en el fango de tus miedos, de tu culpa y tu tristeza.
- Eso es mentira. Estoy bien.
- Aquí estoy, Ivonne. No estás bien.
- Estoy bien.
- Como quieras. Si quieres ignorar mi existencia, adelante. Pero estaré tras de ti todo el tiempo, como una sombra. Respirando en tu nuca y envenenando el aire que respiras. Mientras más me ignores, más creceré. Te haré desear lo que has deseado hace mucho tiempo. Lo que inconscientemente sigues deseando.
- ¿Sanar?
- No, destruirte.


Hoy, como todos los días desde hace casi dos meses, estoy sola. Pero hoy, precisamente hoy, ha venido una vieja amiga a visitarme. 

Mi locura. 

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