jueves, 8 de agosto de 2013

Perdón... y gracias

Hoy hablé sin pensar.
Como tantas veces he hablado sin pensar, en todos estos años.
Y, como siempre, me arrepentí enseguida.
Y, como siempre,  te pedí perdón, mas el daño ya estaba hecho.

Y tengo una explicación perfectamente lógica para eso: ¡hay un ser demoniaco dentro de mí que no me permite controlar mis palabras!


Es al menos lo que me queda por pensar... Algo estúpido e infantil, lo sé. Pero prefiero esa teoría a creer que así soy y no he podido cambiar después de tanto tiempo y tanto esfuerzo.



Mentira.

Sólo bromeo... (lo sabes, ¿verdad?)

Sé que es un defecto de carácter, que lamentablemente te lastima. A ti, la persona más importante en mi vida, la persona por quien dejaría CUALQUIER cosa que estuviera haciendo si alguna vez necesitara mi ayuda. Aquella que ha estado conmigo en las buenas, en las malas y en las muy malas.

Y ahora, que estás haciendo tanto por mí, que me demuestras a cada minuto tu calidad como persona, tu paciencia, tu entrega y, sobre todo, tu amor...  Es ahora, en estos bellos momentos, cuando se me ocurre tirar la cornada. Cuando se me ocurre dejar que mis sentidos se obnubilen y que de mi boca salgan palabras hirientes.

Lo siento tanto. Eres la última persona que merecería un trato así. Y me duele que haya sido ocasionado por algo tan tonto, algo tan fácil de evitar...

Sin embargo, sé que me perdonarás, realmente de eso no me queda la menor duda.
Porque sé que me amas más que a nadie en el mundo (bueno, hay otras dos personas con las que tengo que compartir ese amor, pero sé que nos toca de a partes iguales). 
Porque sé que te amo tanto... tanto que mis palabras no son suficientes para expresarlo.

Y mucho menos son suficientes para expresarte mi agradecimiento por todos tus sacrificios, tu buena voluntad, por todos estos años...

Solamente me queda responder a tu cariño.

¿Estaré a la altura de lo que me das?

Dudo acerca de si merezco todas esas atenciones... eres una persona maravillosa, que me hace sentir tan pequeña. Y sólo deseo pensar que estoy retribuyendo tus esfuerzos.

Todo esto tendrá su recompensa. Todo esto pasará. Y espero con ansias el día que podamos ver atrás y pensar en lo tonto que resultaba preocuparse tanto. El día en que el sufrimiento de ahorita pueda ser visto con una sonrisa melancólica. Cuando nos duela el estómago de reírnos de lo que ahora nos hace llorar y perder el sueño.

Porque sé que ese día llegará. Simplemente porque estás a mi lado ahora. Porque no permites que me sienta sola. Porque me conoces mejor que nadie en el mundo y ni siquiera necesito decirte algo para que lo entiendas, incluso lo ves muchas veces antes que yo misma.

Te amo desde que nací, sólo que nunca he podido decírtelo con esas palabras.
Pero debes saber que ya desde entonces he deseado ser la mujer que te hará hincharte de orgullo.

Gracias.

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