lunes, 7 de mayo de 2012

Gotitas...

Todo estaba bajo control.
O eso creía yo.

Creía tener mis emociones bajo control, creía que podría manejar la situación. Tenía el vaso hasta el borde de agua, pero lo tenía en un equilibrio lo suficientemente estable como para no derramar ni una sola gota.

O eso creía yo.

Pero, sin aviso alguno, hubo una pequeña sacudida. ¿De dónde vino? Mis propias manos temblaron. Fue un temblor que no pude controlar. Mis propias manos sacudieron mi adorado vaso.
Esperé un tono, dos tonos... Interrupción. Una voz amable diciéndome que no iba a alcanzar mi objetivo.

Veía con estupor como se sacudía mi vaso. Una gota se perfiló en la orilla, amenazante.
Cuando la primera gota, la desafiante, se atrevió a bajar por el vaso, las otras la siguieron.

Gotas, gotas por aquí y por allá.
Gotas pequeñas y grandotas.
Gotas que arden al contacto con la piel.
Gotas que no puedo detener.

No puedo ver más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario